Encuentro Internacional de la Resistencia y Solidaridad de los Pueblos Indígenas y Campesinos

Ponencias

Encuentro
Declaraciones
Ponencias
Conclusiones
Cartas de Apoyo

Programa
Temas
Calendario

Prensa

Documentos Suplementarios

Otras Páginas Relacionadas

Fotos



Los Peligros de la expansión de cultivos y animales de cría transgénicos

Ponente: Francisco Carreño

¿Qué será mas seguro para la salud humana y de los animales de cría? “Consumir y utilizar en los alimentos concentrados, yuca proveniente de una variedad local criolla abonada con abono a base de solución de orina y humus de lombricultura, en suelos de baja fertilidad”, o; “consumir y utilizar en esos alimentos concentrados, yuca proveniente de una variedad transgénica, resistente al virus “cuero de sapo” y con supuesta adaptación a los suelos de baja fertilidad”.

Sin duda alguna, que lo más seguro para la salud de nuestra próxima generación tanto humana como de nuestras especies de animales de cría, es la primera opción.

A partir de los 90, la biotecnología aplicada a la agricultura busca producir alimentos a partir de la elevación de los rendimientos de las superficies bajo cultivos extensivos de consumo básico como el arroz, el trigo, el maíz, la soya, el girasol, cultivos que en la mayorías de los casos son manipulados genéticamente con fines de dominio económico por las transnacionales radicadas en los países del norte.

La introducción y expansión de las semillas de estos cultivos genéticamente modificados con la incorporación de trozos de ADN provenientes de otras especies de plantas o inclusive, hasta de animales, repercute en la rápida extinción de variedades criollas e indígenas, ancestralmente seleccionadas y adaptadas a las condiciones agroecológicas de nuestras regiones productivas. Ejemplo de esto, es el problema argentino; tal como lo manifestó el Ing. Ag. Adolfo Boy, en la Mesa Redonda “Oposición y alternativas a los cultivos y alimentos transgénicos”, realizada en Montevideo, el 3 de julio de este año, quien señala: “Argentina nunca fue un país industrial, siempre vivió a expensas  del campo, con el cual le dio de comer a su pueblo y al mundo. Todo fue arrasado por la soya transgénica, orientada a la agroindustria monopólica que la transforma en alcohol, leche o chocolate”. La Argentina al entrar en esa locura productivista aumentando cada vez la superficie sembrada, no mejorando el rendimiento por hectárea, profundizó la crisis. Esta agricultura de escala excluyó a la gente del campo. Hoy en Argentina es casi imposible volver al campo. ¿Quién vive en un campo que no tiene árboles, ni gallinas, ni burros? El campo argentino está vacío, manifestó el Ingeniero Boy.

Aquí en la República Bolivariana de Venezuela haremos que los ingenieros agrónomos, biólogos e ingenieros agroindustriales anclados en una estrecha armonía comunicacional con los promotores autóctonos del desarrollo rural; indígenas y campesinos (pescadores, artesanos (as), cultores populares y maestros rurales) conlleven a la aplicación de prácticas culturales sanas, ecológicamente viables de preservación de nuestras semillas autóctonas.

Desde 1989, en Río Caribe, Estado Sucre, Península de Paria, cerca de donde arribó Colón por primera vez a América, en estrecha comunicación con los campesinos, mediante procedimientos de selección natural por polinización, evitamos la extinción de la variedad de maíz rojo “lapa” y del morado “guaneima”, cuyos genes ahora forman parte de las variedades locales “amarillo-rojizo” desarrollada por mi persona en conucos, sin aplicación de químicos, sin quema de la parcela, en condiciones de sustentabildiad ambiental y cultural, para ello utilicé como base dos líneas de maíz blanco (una criolla y una sintética por polinización retrocruzada), aplicando la técnica de selección masal natural por nueve (9) años consecutivos y dos siembras por año. Posteriormente repartí esa semilla a los productores, quienes elevaron sus rendimientos de mil doscientos (1200) kilogramos por hectárea hasta cuatro mil quinientos (4500) kilogramos por hectáreas sin ningún tipo de herbicidas ni fertilizantes químicos, y en hileras distanciadas a un metro y cuarto (1,25 m) y los hoyos a ochenta (80) centímetros con cinco (5) semillas por hoyo; lo cual permitía cultivar simultáneamente, frijol y yuca dulce, una vez raleado el maíz con la cosecha temprana del jojoto para la elaboración de bollos y cachapas.

Mariano Cereijo Gelo, en su ponencia “Transgénicos y seguridad alimentaria: no, no y no”, de Nicaragua en la actividad organizada por Redes-Amigos de la Tierra, el 3 de julio de 2003, señaló que “La Alianza por una Nicaragua Libre de Transgénicos”, advirtió que la ayuda alimentaria enviada por el Programa Mundial de Alimentación (PMA) de la ONU a Nicaragua, contenía maíz transgénico.

Señala el Lic. Julio Sánchez Gutiérrez, coordinador del Programa de Biodiversidad del Centro Humbolt (una de las organizaciones que conforman la alianza), que a Estados Unidos se le ha ido de las manos el control de los alimentos transgénicos, como es el caso del maíz transgénico starlink, el cual, 50% está permitido para consumo animal, sin embargo, en agosto de 2000, fue detectado en productos de la dieta humana, provocando supuestamente alergias a decenas de personas en Estados Unidos.

Hoy en día, miles de organizaciones, científicos y ciudadanos del mundo, están exigiendo a las autoridades competentes, precauciones y moratorias al comercio de los cultivos y semillas transgénicas, hasta que se conozcan con exactitud sus consecuencias en la salud humana, el ambiente, además de sus repercusiones políticas, económicas y culturales.

Las multinacionales en su búsqueda por maximizar sus ingresos, patentan sus semillas transgénicas y luego desplazan las locales, generando la dependencia de nuestros productores y de esta forma la seguridad agroalimentaria de nuestros países queda bajo su dirección. No podemos seguir este camino hacia el abismo.

El 60% de la investigación agrobiológica financiada por las multinacionales, intenta desarrollar plantas resistentes a altas dosis de herbicidas. Lo paradójico del caso es que las mismas multinacionales venden el tal herbicida y la semilla “mejorada genéticamente”.

La dependencia del agricultor es doble, el beneficio de la empresa es también doble y en unos años, la pobreza y el hambre se apodera del país o de la región.